Mi intención era haber publicado este artículo el día 2 de octubre. Día en que celebré 2 años trabajando en The Cocktail, y así cumplir con el ya tradicional “Post Anual”.
Pero sinceramente, se me echó la fecha encima, y sin mucho tiempo para escribir. Y por otra parte, pensé que esperar a la celebración del Wild Congress de la empresa me cargaría las pilas y me ayudaría a inspirarme. ¡Y así ha sido! Finalmente lo publico el día de mi 42 cumpleaños, que también es un día importante, ¡ea!.
Para continuar con el hilo del post del año pasado, en septiembre de 2018 comencé a trabajar en remoto desde Valencia. Había pasado casi un año entero trabajando en Madrid entre semana, y me volvía los fines de semana a Valencia.
La verdad es que en todo ese tiempo, salvo algunos viajes en coche, no hubo ningún día en el que me pesase el trajín del ir y venir de Madrid: buscar billetes baratos, hacer y deshacer maletas, tren arriba, tren abajo, etc. Solo me pesaba dejarme a MiniSahuqui hasta el fin de semana siguiente. Clara pasaba varios días en Madrid también, así que a pesar de todo lo que pueda parecer, para mí era algo relativamente cómodo.
Me encantaba ir todos los días a la oficina. Levantarme pronto para tratar de pillar el metro poco abarrotado y sentir el fresquito madrileño por la mañana. Y al llegar a la ofi, pasar el día con mis compañeros. Me enteraba y aprendía de muchas cosas de otros proyectos. Bajaba con ellos a almorzar y los jueves comíamos fuera. Podía conocer en persona a los nuevos compañeros que se incorporaban a la empresa, y me podía despedir también en persona y desear buena suerte a quienes decidían salir de ella. Se hace en el mítico “Solomillo”: Un barecillo minúsculo, decadente y con cerveza barata, cerca de la oficina, donde todos los jueves nos reunimos al terminar la jornada, y cuando alguien toma nuevos caminos profesionales, celebra su despedida invitando allí a todos a algunas rondas. Siempre hemos pensado que El Solomillo se mantiene gracias a las birras de los jueves de TCK.
Recuerdo que cuando comenté en la Devscola que iba a trabajar en remoto desde Valencia, todo el mundo me felicitó efusivamente. Era un gran logro. Algo a lo que mucha gente aspiraba y no podía. Y sí, yo era consciente de lo guay que era trabajar en remoto. Pero no podía dejar de pensar en todo lo que me iba a perder. Tenía lo que se dice “sentimientos encontrados”. Yo me volvía a Valencia para estar más tiempo con mi hijo, para poder disfrutar de él, para poder volver a llevarlo y recogerlo del cole, para poder darle un beso de buenas noches más a menudo. ¡Me tendría que sentir privilegiado! Pero no era así. También perdía muchas cosas a las que no quería renunciar. Me encanta Madrid, me encanta ir a la oficina y me encanta encontrarme con los compañeros todos los días. Y ya no podía ser. Solo vería a los que formaban parte de mi proyecto, ya que hacemos reuniones diarias por videoconferencia. Y cada cierto tiempo, al resto, en mis visitas esporádicas a Madrid.
Pero poco a poco me acabé acostumbrando. Y fui disfrutando cada vez más de mi condición de “Full Remote Developer”, y fui sintiendo ese privilegio, con sus ventajas y sus desventajas.
Algunas desventajas (otras ya las he mencionado antes), y no sé si le pasará a más gente, os las cuento.
No poder a mirar a los ojos mientras conversas con alguien. Ya que, cuando estás en una videoconferencia, nadie mira a la cámara, sino al monitor, y casi siempre al segundo monitor, con lo que en realidad estás hablando con alguien que mira hacia otro lado (y viceversa). Y en muchas ocasiones, se apaga la cámara, con lo cual solo escuchas a tu interlocutor. A mí, personalmente, esto no me gusta. No solo hay distancia, sino que además apagas la cámara. A veces esto es necesario si hay mala conexión de internet, pero, yo de momento, voy a dejar mi mensaje aquí por si mis compañeros me leen: “Me encantaría poder veros la cara a todos cuando hablamos por videoconferencia”.
Soy consciente de que allí donde la mayoría de empleados trabajan en la oficina, no es fácil adaptar procedimientos para los “remotos”. Todavía hay mucho que mejorar cuando se da una charla o una ponencia presencial, donde hay “streaming”. El ponente suele olvidar que, los que estamos en remoto, necesitamos que hable cerca del micrófono, o nos perdemos partes de la charla. Y cuando llega el turno de preguntas, nos perdemos las que hacen los compañeros, ya que no se escuchan. Sería genial que el ponente, que es al único al que generalmente podemos escuchar con algo de claridad, repita la pregunta antes de responder para que todos nos enteremos. Todo esto sin mencionar las condiciones acústicas de las salas, donde la reverberación puede hace que la calidad del sonido que nos llega no sea buena.
Otra desventaja en mi caso es, que si ya de normal, hago poco ejercicio, el no tener que moverte prácticamente de casa hace que la actividad física tienda a 0, y quien me conoce, sabrá que precisamente, no es lo que más me conviene. Desde que trabajo sentado en una silla he cogido más kilos, y en este último año, más todavía. La verdad es que me he encontrado un poco en un círculo vicioso con este tema del que no conseguía salir, pero a final de verano descubrí el remo. Han abierto el Club de Remo Valencia, al que Clara se apuntó, y yo probé ¡Y me he enganchado! Ahora, para mí los días se diferencian entre los que se rema y los que no. Ojalá hubiese descubierto este deporte antes. Recomiendo probar a todo el mundo, y si estás interesado, dímelo que puedes probar un día sin compromiso.
Por otra parte, también he empezado a hacer deporte con un entrenador personal. Le hemos apodado “El Killer”. Doy gracias por seguir vivo al final de cada entrenamiento. Si alguna vez ves a alguien haciendo patéticamente la croqueta por el Paseo de la Patacona en Alboraya, soy yo.
Trabajar en remoto también tiene muchas ventajas.
En primer lugar, duermo más. No necesito levantarme tan pronto como lo hacía en Madrid. Mi despacho lo tengo en la habitación de al lado. Aunque podría trabajar en pijama, no lo hago. Es algo que no puedo. Necesito darme una ducha, vestirme y salir a tomar un café antes de arrancar el día. Muchos días llevo a MiniSahuqui al cole y paseo a Cooper antes de empezar a trabajar.
Mucha gente me pregunta si no trabajo más horas estando en casa. Pues la verdad es que no. Lo que me pasa es que soy muchísimo más productivo. Mi capacidad de concentración y el tiempo que me mantengo así, es mucho mayor. Soy capaz de sacar más trabajo adelante que cuando estaba en la oficina. Y no hay que olvidar que tengo un horario. Flexible, pero lo tengo. Pero eso sí, en cuanto termino de trabajar, ya estoy en casa 🙂
Hay otra ventaja de la que de momento no estoy disfrutando, pero aspiro a ello. Trabajar en remoto en realidad no significa trabajar desde casa. Significa poder trabajar desde cualquier lugar. En el momento en que trabajas “full remote”, a la empresa ya le da igual desde dónde trabajes. Y es aquí donde todavía me queda un sueño por cumplir: Quiero viajar mientras trabajo. ¿Por qué he de esperar a tener vacaciones para conocer nuevos lugares? Solo necesito una conexión a internet. Como he dicho, de momento no puedo hacerlo: por ahora MiniSahuqui no tiene cole en remoto. Pero algún año escribiré un post de mi primer año viajando y trabajando en remoto. O como también se dice, ser “Nómada Digital”.
Entre las ventajas, también mencionaré la de no tener que perder tiempo en desplazamientos, comerse atascos, y además contaminar, porque yo en Madrid estaba a 20 minutos de la oficina en metro, pero sí es cierto que tengo compañeros que les cuesta 1 hora llegar, 2 horas al día en desplazamiento, y eso son, teniendo en cuenta que se trabaja unos 250 días al año, 500 horas. ¿En serio es necesario perder 500 horas de nuestra vida al año? ¿21 días? ¡Casi los mismos días que tenemos de vacaciones!
Al ver estas cifras, pienso en la cantidad de trabajadores que podrían desempeñar perfectamente su trabajo en remoto, sin desplazamiento alguno y cuyas empresas les obligan a ir a la oficina. Y me cuesta muchísimo entender que todavía, la gran mayoría de empresas del sector tecnológico obliguen a sus empleados a trabajar de forma presencial.
Me sorprende ver que en la mayoría de ofertas de trabajo de desarrollo de software, ya sea de producto o consultora, no se mencione el trabajo en remoto, o se indique expresamente que el trabajo se realiza en oficina.
Hay otro tipo de empresa donde permiten trabajar en remoto “algunos días”.
Después están las empresas “remote friendly”, donde parte de la plantilla trabaja en remoto.
Y finalmente las empresas “remote only” totalmente deslocalizadas, con empleados repartidos por todo el mapa, sin oficinas.
Existe un “Manifiesto del trabajo en remoto” donde se mencionan todas las ventajas y desventajas, y todo lo que una empresa, y un empleado que quiere ser “Remote Only” tiene que tener en cuenta: https://www.remoteonly.org/
Y hay muchísimas webs donde se ofertan empleos exclusivamente en remoto.
Si mi empresa tuviese oficina en Valencia (guiño, guiño) bien comunicada con transporte público, yo acudiría todos los días. Pero no me gustaría trabajar para una empresa que no me permitiese trabajar en remoto. No tengo la necesidad, pero sí quiero tener la posibilidad. Sin tener que pedir permiso, sin que nadie me mire mal. Ya sea porque he pasado mala noche, porque está diluviando, o porque se me han pegado las sábanas, me gusta poder decidir si voy o no voy a la oficina.
A parte del tema de trabajar en remoto, os contaré un poco sobre cómo ha transcurrido este año.
Por resumir, diría que ha sido como una montaña rusa. Y me refiero a mí, no a la empresa.
Desde que empecé a trabajar aquí he estado en el mismo proyecto, en el que ya me sentía cómodo. Demasiado cómodo. Me ha preocupado mucho el no estar aprendiendo todo lo que podría. Creo que todavía me queda muchísimo por aprender. De todas las razones por las que me levanto cada día, una de las principales es aprender. Y cuando siento que no estoy aprendiendo y me faltan retos, me desanimo bastante.
En el proyecto en cuestión es cierto que hubo unos meses de subidón ya que participé en el desarrollo y despliegue de una fase muy importante del mismo, y que constituyó un hito dentro del proyecto (y de la empresa), el cual me animó de nuevo. Pero pasado el tiempo, volví a caer en la comodidad del día a día. E hice saber esto a mi “Team Lead”.
Pasaron algunos meses y seguía en el mismo proyecto. Llegó el verano y sabía que no me cambiarían porque había que cubrir vacaciones de mis compañeros y un proyecto no se puede quedar huérfano.
Y para qué negarlo: este es un sector con muchísima oferta de trabajo, y durante este tiempo me han contactado y he hecho alguna entrevista.
De entre las entrevistas que hice (tampoco hice muchas), me llamó la atención una de ellas, que fue con el CTO. Se centró en contarme la trayectoria de la empresa, las inversiones que había recibido, los países en los que se encontraba, etc… Que está muy bien, pero son datos que yo ya sabía. Vamos que antes de hacer una entrevista de trabajo yo me informo de dónde me podría estar metiendo. Pero le tuve que pedir información sobre cómo iba a ser mi día a día, en qué equipo iba a trabajar, sobre las metodologías de desarrollo, sobre la formación, etc… Y lo que ya me dejó KO, era la rigidez de horarios, la cual tenía que negociar, y además no se permitía remoto. Fue aquí donde me di cuenta de lo mucho que valoraba estos aspectos. No estaba dispuesto a perder mi horario flexible ni mi opción de remoto. Recientemente me he enterado de que esta empresa ha cambiado estas políticas porque estaba perdiendo la oportunidad de contratar talento. Más vale tarde que nunca.
Es posible que alguno de mis jefes lo esté leyendo, pero no lo voy a ocultar. A todos nos lanzan la caña multitud de veces y nos informamos de cómo está el mercado y el tipo de trabajos que se ofrecen. Y en algún momento me he sentido atraído por otro proyecto, pero realmente ha sido con “pocas ganas”. Mi cabeza me decía una cosa, pero mi corazón otra :).
Es cierto que mi proyecto ya no me motivaba mucho, pero me estaba ocurriendo algo que no me había pasado nunca. La empresa sí me motiva. Y ya lo conté en mi post anterior. Es una empresa que invierte en la felicidad de las personas que la conforman y con una cultura de trabajo que me encanta. Y me costaba mucho pensar en irme y perder todo lo bueno que tiene ser “Cocktelero”.
El caso es que con toda mi empanada mental, y pasado el verano, decidí que tenía que hacer algo. Se iba a celebrar el Wild Tech y el Wild Congress, unos eventos internos de la empresa donde nos reunimos todos, se dan charlas y conferencias chulísimas, se hacen juegos, hay desayuno, comida, merienda, cena, copas, fiesta, etc… El año pasado vine con las pilas cargadísimas después del Wild y pensé en que tomaría una decisión cuando volviese del mismo.
Pero ocurrió una cosa. Una semana antes del Wild Congress recibo una llamada de mi Manager:
– “En una semana te incorporas al proyecto X“ (No puedo poner el nombre).
¿Ya está?¿Así de fácil? Quizá debería estar acostumbrado. Los últimos cambios importantes en mi vida han ocurrido tras una llamada de teléfono.
Mi empanada mental se desvaneció por completo y al instante. Ha tenido que pasar algo de tiempo, comentárselo a mi Team Lead, y que algunos compañeros que me quieren mucho y conocedores de mi desmotivación, hayan ayudado para que este momento llegase. Y ahora es cuando me alegro de no haber tomado una decisión errónea. En realidad no me quería ir de la empresa. En realidad quería seguir aprendiendo dentro de esta.
No puedo decir el nombre del proyecto, pero he de decir que me motiva mucho. Mucho no, muchísimo. Es un proyectazo, y tiene un equipo enorme de personas trabajando en él de todas las disciplinas: diseño, ux, data, front, back, sistemas, etc… Diría que, en realidad, lo que me motiva es trabajar con este equipo, más que en el proyecto en sí.
Pues bien, llegó el Wild Congress, lo disfruté, conocí a nuevos compañeros, y me reencontré con otros, con quienes mantuve algunas conversaciones. En estas conversaciones siempre sale el tema de nuestra relación con la empresa. Y hay de todo, pero mucha gente coincide en que la cultura de la empresa y el compañerismo atan mucho.
Unos compañeros que trabajan en las oficinas del cliente junto a equipos de otras consultoras, comentaban el mal ambiente que se respiraba en los otros equipos y el buen ambiente que había en el nuestro. Que daba igual dónde estuvieses, ya que la cultura y el código de conducta de la empresa seguía patente. Y es cierto. Esa cultura no se encuentra solo en las oficinas, se encuentra en las personas que trabajan en la empresa y allí donde trabajen.
Creo que no es nada fácil que una empresa consiga que la gente trabaje a gusto esté dónde esté, y que no se contagie del mal ambiente de otros equipos. No quiero que parezca que estoy vendiendo las maravillas de TCK, que no es así. También tiene sus “peros” que por supuesto habría que mejorar. Con esto lo que quiero es dejar claro que no es fácil encontrar una empresa donde ser feliz, y que tras todo mi bagaje profesional, es un aspecto que valoro muchísimo y no quiero renunciar a ello. Tampoco nadie me asegura que esto vaya a ser así siempre. Las empresas sufren muchos cambios y a veces son buenos y otras veces no. Ojalá sepan mantener esta cultura siempre.
Y dicho todo esto, de momento yo ya he empezado a disfrutar de mi nueva etapa siguiendo en TCK. Con nuevos retos, nuevos compañeros de equipo, nuevamente motivadísimo y haciendo mucho deporte. A ver qué tal se da.
José Tobajas dice
Enhorabuena por el post, muy bueno y muy personal!
Yo también trabajo en remoto aquí en valencia desde que vine de Zaragoza hace 5 años, y casualidades de la vida trabajo para una empresa zaragozana. Trabajar en remoto parece más cosa de programadores, youtubers, autónomos etc etc pero yo soy comercial, responsable de varias provincias y tengo que decir que soy de los que más vendo de mis 24 compañeros. Yo me organizo viajes, visitas etc, para mí ya no existe otra forma de trabajo. Es cierto que se puede echar de menos los cotilleos de la ofi, cafés etc pero en casa soy cien veces más productivo y en mi caso lo «malo» es que echo más horas que en una ofi , también porque yo quiero. Y como tu me acabo de apuntar a gimnasio jaja. Me hace gracia lo que comentas de poder trabajar en pijama, siempre me lo pregunta la gente, pero yo también necesito rutina de ducha, vestirme, desayuno … Después de 5 años así sólo veo ventajas y creéme que si mi empresa que es súper clásica y chapada a la antigua , lo ve fenomenal, no hay excusas para que casi cualquier tipo de empresa vea el trabajar en remoto algo habitual . Te deseo mucha suerte y éxitos , os leo por las redes. Un saludo
José Tobajas
José Ramón Sahuquillo dice
¡Muchas gracias por tu comentario! Me encanta conocer casos de empresas «clásicas», donde el trabajo en remoto está totalmente implantado. Es posible que a los que trabajamos en remoto nos cueste entender el porqué todavía hay empresas que no lo permitan cuando son evidentes la multitud de ventajas. No sé si lo que a las empresas les preocupa es que sus empleados se escaqueen o qué, pero si es así, el problema lo tienen en otro sitio. Lo que tienen que hacer las empresas es contratar a gente responsable preocupada por ofrecer resultados, no horas de calentar sillas. Muchas gracias de nuevo. ¡Y mucha suerte a ti también!